Pon tu frente sobre mi frente y tu mano en mi mano.
Y hazme los juramentos que romperás mañana.
Y lloremos hasta que amanezca, mi pequeña fogosa.

martes, 28 de febrero de 2012

Abraham Rivas.

Abraham Rivas es el chico mas tonto que te puedes echar a la cara (jijiji). Además de tonto, es cansino en ocasiones, y a menudo dice tantas gilipolleces que le coges asco. Hay días en los que te quiere, y otros en los que pasa de ti por alguna gilipollez, y piensas: este tío es tonto. Claro , es Abraham, no se que esperas.
Pero joder, como lo quiero.
Y es que es mi mejor amigo. Si si, os hablo del chico de arriba, mi mejor amigo.
Él es aquel que te escucha (aunque sean tonterías), aquel que se ríe contigo y etc etc.....
No no voy a decir lo mismo de siempre, yo ya se que me quiere y él ya sabe que yo lo quiero, asi que de eso no hay más que decir.
Abraham, hay donde lo veis, es un tío guay. El asqueroso cae bien a todo el mundo y encima de todo es divertido, cariñoso, cauto (en ocasiones), sensible y muy guarro (en el sentido pornográfico :) ).
Además, me pasa música chula pirula. Ya que estamos con la música, es el único que se obsesiona como yo con canciones poco conocidas ;).
Este personaje tan especial para mi, ha metido la pata tantas veces que ya no me caben en las dos manos, pero ¿sabeis porque esas meteduras de pata no tienen consecuencias? pues porque las arregla rápidamente, sabiendo que ha hecho cosas mal, él sabe rectificar, sabe dar marcha atrás.
¿Qué como ha llegado a formar parte de mi vida? Ni siquiera yo no lo se, ya que no lo conocía cuando caímos juntos con doce años.
Ha cambiado mucho desde entonces, pero siempre me cayó igual de bien, al parecer porque yo también cambié.
Y si, así es mi mejor amigo. Se dice que para querer a una persona hace falta conocerla muy a fondo y no se porque, eso con él no funciona, ya que cuando hable con él la primera vez, DECIDÍ QUERERLO.



jueves, 23 de febrero de 2012

Miedo

Miedo es algo irracional, algo con lo que todas las personas vivimos.
Tenemos miedo de la soledad, del fracaso, de la verdad, de los fantasmas, incluso de la muerte.
Todos estamos rodeados de miedo, y aunque alguien te diga que eso no va con él, miente.
¿Quién no ha corrido por su pasillo alguna vez por que estaba oscuro?¿Quién no ha llorado por miedo a algo?¿Quién no se rodea de amigos o personas en general para no estar solos?
Sí, el miedo es un sentimiento asqueroso, pero gracias a él, existe la valentía.

lunes, 13 de febrero de 2012

Paul Auster


     No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.
     Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?
     En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente… inútil.
     La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.